
¿Por qué tenemos miedo a la grasa?
Hablemos de grasa…
Tal vez pienses que hablar de la grasa no es el tema más bonito el mundo. Lo sé. Sin embargo, considero que es necesario que hablemos de ella.
La grasa ha sufrido mucho durante los últimos años. La hemos tratado mal, la hemos apartado de nuestras vidas y de nuestras cocinas y siempre hemos pensado que era la culpable de todos los males.
Obesidad, infartos, arterias taponadas… ¿Te suena?
Tú y yo vamos a hacer un pequeño viaje en el tiempo para comprender cuando empezó la demonización de las grasas, te hablaré del temido colesterol y de la madre del cordero de por qué estamos obesos y enfermos.
¿QUIÉN DIJO QUE LA GRASA PROVOCA INFARTOS?
En el año 1978 se publicó el «Seven Countries Study«, un estudio epidemiológico longitudinal en el que el científico estadounidense Ancel Keys examinó la relación ente dieta, estilo de vida, enfermedad coronaria y accidente cardiovascular.
Keys y sus colaboradores observaron que la incidencia de cardiopatías eran superiores en países en los que había un elevado aporte de grases totales y saturadas.
Las reacciones al estudio no se hicieron esperar y, como te puedes imaginar, las grasas pasaron a ser el nutriente maldito.
Sin embargo, en el estudio había un pequeño error, ya que en los resultados solamente se tuvieron en cuenta los datos de 6 países cuando existían datos de 22. Por lo visto, si se hubieran incluido todos, la curva se habría desfigurado y los resultados habrían sido muy diferentes.

Después de la publicación del estudio de los 7 países, llegó la controversia.
Incluso antes de la publicación de este estudio, científicos como John Yudkin empezaron a postular que el azúcar podría ser la principal causa de las enfermedades coronarias y otras patologías. En 1972, Yudkin, publicó el libro Pure, white and deadly y, por lo que sabemos ahora, no iba muy desencaminado ya que se ha podido comprobar como el azúcar y las harinas refinadas favorecen la aparición de partículas LDL y oxidación del colesterol (estudio). Sin embargo, su ideas no fueron tomadas en serio hasta hace relativamente poco.
Sobre este tema ha hablado mucho el neuroendocrino Robert Lustig, autor del libro Fat Chance: Beating the Odds Against Sugar, Processed Food, Obesity, and Disease.
Te recomiendo que saques tiempo para disfrutar de su conferencia «FAT chance» (en inglés). Te aseguro que cambiará tu perspectiva acerca de las grasas y, ojalá, te haga replantear el consumo de azúcar para que decidas, por fin, eliminarlo de tu dieta. Y también este artículo en The Guardian titulado: «Robert Lustig: the man who believes sygar is poison»
LOS PRODUCTOS LIGHT, ¿LA SOLUCIÓN?
¿Te acuerdas de cuando se pusieron de moda los productos light?
Fue un bombazo.
Estanterías y estanterías en los supermercados llenas de productos libres de grasa. La industria lo tuvo muy fácil para sacar al mercado una nueva línea de productos que encajaba perfectamente con las recomendaciones dietéticas de la época.
Bebidas gaseosas, quesos, embutidos, bollería… Con el sello «light».
Rápidamente nos apuntamos a la moda. Los «mazaos» de gimnasio, los deportistas, los nutricionistas y los niños comían bollos «light» porque claro, al estar libres de grasa, nada malo podía suceder, ¿no?
El doctor Mark Hyman explica esta situación en un artículo en su página web: «en los últimos 40 años, el consumo nacional de grasa ha pasado de un 42% a un 34% del total de nuestras calorías. Estamos comiendo menos grasa que nunca, pero estamos más gordos que nunca. Esta es la paradoja americana.»
En el mismo artículo comenta que la «American Heart Association» muestra en sus estadísticas que entre 1979 y 1996, los procedimientos médicos para las enfermedades del corazón han aumentado de 1,2 millones a 5,4 millones al año.
Entonces, ¿los productos light no funcionan?
«Que un producto sea «light» no es sinónimo de saludable.
Para etiquetar un producto como «light» debe haber una reducción mínima del 30% del valor energético respecto al alimento de referencia. Por ejemplo, para que una cola sea «light», debe existir un análogo no «light» como valor de referencia. ¿Convierte pues la etiqueta «light» un producto en saludable? NO.

Pongamos un ejemplo:
Te has comprado un yogur «light». Imagínate que a ese yogur le han reducido la grasa en un 30% tal y como indica la normativa. Estarás comiendo un alimento menos graso que su análogo natural pero puede que lleve un 50% más de azúcar. Una trampa genial, ¿eh?
Te recomiendo la lectura de este artículo «No se engañe, los alimentos light no adelgazan» o este en inglés «Light, low-fat, no sugar added: Food labels don’t tell the whole nutrition story«
Dejemos las grasas en paz y empecemos a comer comida de verdad.
Y ahora, cuéntame…
- ¿Tú también sucumbiste a la moda anti-grasas?
- ¿Tienes problemas hormonales como SOP o síndrome premenstrual?
- ¿Crees que tu problema para perder peso sigue siendo la grasa?
- ¿No sabes cómo introducir la grasa de forma correcta en tu alimentación?
Sergio
Muy bueno el post, aunque creo que es un error cambiar alimentos grasos y con alto contenido de hidratos de carbono por los que los tienen reducidos, lo que hay que cambiar es la alimentacion por completo, hay quien dice que la dieta es sinonimo de hambre porque en lugar de desayunar panes manteca y dulces tienen que comer fruta pero esa es la forma si nos quisieramos dar un gusto estaria bien algo light pero no como alimento principal por otro lado seria un error basarnos en datos estadisticos estos marcan una tendencia y nos dan una orientacion pero afirmar que se bajo el consumo de grasa y se aumento la obesidad creo que para ello deberiamos analizar a los individuos y no a los grupos ya que cada oersona reacciona de manera diferente a una misma alimentacion
Marina Ribas
Muchas gracias por tu comentario, Sergio,
Claramente el tema sería comer comida de verdad y evitar cualquier tipo de procesado.
A mi, personalmente, la palabra dieta no me gusta mucho por la connotación de privación que conlleva. Es mejor hablar de alimentación saludable, por ejemplo.
Está claro que la alimentación debe basarse en productos naturales: proteínas, grasas e hidratos de buena calidad y eliminar todos los «pseudoalimentos» que nos rodean (la publicidad tiene gran «culpa» de ello).
Y efectivamente, cada uno de nosotros tiene que comer de acuerdo con su bioindividualidad. No todos somos iguales y tenemos necesidades diferentes.
Un fortísimo abrazo y espero leerte en los comentarios de nuevo pronto.
Maria
es interesante conocer un poco a nivel teórico que es eso de las grasas, ya que si queremos comer de manera saludable, tener una base es importante. últimamente veo muchas recetas que llaman saludables y que utilizan leche de coco o aceite de coco. aquí está mi duda, porque entendía que no es saludable y es mejor evitarlo por su alto índice en grasas.
por otro lado, creo que es importante que paremos a pensar en que comemos y como comemos, ya que nos influyen en el ciclo de la menstruación, especialmente en la fase premenstrual, el mal llamado síndrome premenstrual, así como otros aspectos relacionados con el estrés y el modo de vida que nos influyen.
Esperaré al siguiente post para saber más del tema
Marina Ribas
Hola, Maria,
Gracias por tu comentario.
Justamente acabo de publicar un post sobre el aceite de coco que puede que sea de tu interés. Te dejo el enlace: http://www.mesquelletuga.com/es/los-mejores-usos-aceite-coco/
Mi consejo es que no temas al aceite de coco ni la leche de coco. Yo los tomo cada día.
El problema es la calidad. Puedes consumir leche y aceite de coco eco, sin refinar y sin azúcares. Son alimentos con propiedades interesantes, así que no les temas.
Para mi es más preocupante abusar de la pasta, el pan y las harinas, algo muy habitual.
Precisamente, las grasas son muy importantes a nivel hormonal, para regular los ciclos.
La semana que viene publicaré la segunda parte, así que ya me darás tu opinión 😉
¡Un fuerte abrazo!